miércoles, 27 de agosto de 2014

VOLTEANDO LA ESQUINA

Vengo del negro silencio.
De la llamarada roja
que flamea en mi alma apagada.
Del canto del los pájaros.
Del nado simétrico y ondulante
de los patos.
De las garzas blancas
que bañan sus plumas de río.
Vengo de este viento de frío
que habla de torrentes y telarañas.
Nardos que crecen agachados,
reverentes.
Nada es más triste que esta lágrima
amparada en el portal.
Estática en la ventana. 
Enrredada en las hojas sombrías.
Pero ya no duelen esos ojos fecundos
que se estrellaron en la corteza
de mis adultas pupilas.
Ya no duelen tus manos
porque igual son
mis corrientes,
mis venas ,mis cicatrices.
Los trozos compuestos
de esta vaga poesía.
Cantando el verso
para no masticar las raíces.
Porque no tengo más regalo
que el viento que transporta
este velo de abrazo y de caricia.
A tu tiempo de tierra y arcilla.
A tus patios de norte cobrizo.
A las flores que se calcinan
en las veredas.
Los recuerdos: tus risas.
Los dedos llenos  de banderas
y mariposas.
Y el viento que susurra
todo tu nombre
en la cuenca de este vacío.
Inmerso de lluvia deslabada.
Una lágrima no debería ser el regalo
para tu día de crecientes laureles.
Para adornar esos tus
tiempos de otoño
y volantines.
Nada es más triste que
este canto sin retorno.
Que este eco infinito
que rompe la montaña.
Nada es mas triste
que no oírte.
Quedo quebrada y herida.
El detalle es la tristeza, que sube
que baja, que cocovea.
Que hiere la prisa.
Que estrangula el arco
circular del aguacero.
Nada es más triste y alegre
que saberte sonriendo en este tramo
de lejana fantasía.
Donde los barcos de tus sueños
ya van volteando la esquina.


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