miércoles, 9 de junio de 2010

VIAJE DESDE EL INFINITO

Me puse a llorar, cuando una mañana de Agosto, mi madre me daba la noticia de que viajaría a Alemania, por algunos meses.Llorábamos los tres, mí padre, mí madre y yo.
Casi me caí al suelo, por lo que mí madre expresó: "sientate" se trata de un regalo que te hace mí prima herta, para que pases un tiempo y el invierno con ellos.
No conocía a ningún pariente de los de mí madre, más que por fotos y cartas que ella me mostraba, cuando las recibía por años, desde el Viejo Mundo.
...Pero ahora, estaba ahí...a las puertas de concretar un viejo sueño que tenía arraigado en el alma, desde niña.
Mi corazón estuvo dividido en dos patrias, la mía y la de mis antepasados germanos, pues desde muy pequeña conocí de la patria de mí abuelo paterno, amén de que mí abuela, mis tíos, hermanos de mí madre y mí madre específicamente, nos hablaban en el idioma germánico, cosa que para nosotros constituía una suerte de fascinación y misterio.
...Estaba ahí mi pasaje a tierras lejanas, en donde ubicaría, la casa, el colegio, la ciudad y tantas otras cosas, el origen de un hombre y profesor alemán excepcional, avecindado en Valdivia.
Daban las 13 horas de un Lunes 27 de Diciembre del 2004, estaba sentada a la espera de mí vuelo en el aeropuerto de Santiago de Chile, me acompañaban dos de mis cuatro hijos, mí hermano y un amigo que había tenido la gentileza de transportarme desde la V Región al aeropuerto.
Me sentía rara, no estaba nerviosa, pero sí a la espectativa, con la adrenalina fluyendo a raudales, pues se me presentaba algo nuevo, algo que jamás había hecho, pero si soñado no pocas veces.
La despedida fue emotiva, fuí primeramente al chequeo del pasaporte, luego a la sala de embarque, a las 13.30 definitivamente abordé el vuelo.
Mi corazón latía rapidamente, una especie de emoción me subía hasta la garganta, tenía por delante varias horas de vuelo y otras de espera como pasajero en tránsito.
Me sentí tranquila en el Varig 777-200 que volaría allende Los Andes hacia Sao-Paulo, como primera escala.
Fue un viaje reposado, con excelente almuerzo, lectura del periódico paulista.A las 18.00 horas, del mismo día 27 de Diciembre, tocábamos suelo brasileño.
El Aeropuerto de Guaruhlos, como todos los aeropuertos, estaba atestado de viajeros de diferentes nacionalidades, hasta ahí todavía me sentía en casa, aún estaba en América y por fortuna comprendía lo que me hablaban.
La escala fue larga, pero no tediosa, me entretuve viendo algo de televisión, conversando con una Señora Argentina que viajaba a Tel-Aviv en donde hacía dos años residía y visitando las tiendas del Duty Free, en las cuales podía comprar por menos dinero, por la rebaja del impuesto.
Luego, volaría por la noche, una hora hasta Río de Janeiro, con compañero a un Señor de raza nipona, al cual le cambié el asiento para que se sentara con su amigo, entonces me senté junto a una chica, con la cual habíamos cruzado un par de palabras en Sao-Paulo, la cual me contó que iba por vacaciones a Portugal.
Los altoparlantes anunciaban nuestra salida a las 23.40 horas , desde Río de Janeiro hacia Frankfurt Am Mein.Apresuradamente me situé en la puerta de embarque número 28.
No podría describir la belleza de Río desde el aire, tuve la suerte de admirar esta hermosa ciudad mientras despegábamos, se asemejaba a una hermosa diadema de diamantes y zafiros llena de fantásticas luces que titilaban como estrellas, sobre un Atlántico oscurecido.Era un espectáculo maravilloso que no terminaba nunca y mis ojos se recreaban con la serie de diminutas lucesitas, las Islas que circundan la ciudad y están por doquier frente a la costa de un Río formidable.
Volamos toda la noche en una gran nave MC-11 de los fabricantes Mc. Dowel, que son las que la línea aérea usa, para la travesía intercontinental, dada la mayor capacidad de pasajeros y su mejor autonomía, con destinos desímiles tales como : Suecia, Suiza, Austria, Rusia, Israel, etc.
Arrivamos a frankfurt a las 14.30 hora local.Estaba nevando copiosamente.Después de haber volado a 27.000 y 31.000 pies de altura y con -61 grados exteriores, obviamente el invierno Europeo nos recibía en toda su magnitud.
El avión tocó magistralmente suelo alemán, el Comandante Zampallo, era un experimentado piloto de la línea Comercial.La pista estaba con hielo, la nevazón era intermitente, sentía un poco de miedo, mí ignorancia me hacía presagiar que la nave resbalaría y tendríamos un accidente, pero la destreza del Comandante me dejó muda y agradecida.
Había volado muchas veces con mi padre (piloto civil) y aterrizado en otras ciudades y con otros destinos, también vuelos comerciales, más en otras épocas del año.
Timidamente miré la nieve por la ventanilla, mientras el avión carreteaba hasta la manga asignada y ví un aeropuerto descomunalmente grande, en un día nublado, gris, obscuro. La sensación anímica, la tensión, la emoción, la alegría, la concreción de mi sueño de juventud, me jugaron una mala pasada e irrumpí en llanto, mí mente sólo repetía "lo logré" "lo logré".
Descendí, tenía que abordar en el mismo aeropuerto de Frankfurt, un vuelo doméstico de 55 minutos hasta hannover, en donde me iría a recoger mí prima Kirstin, las espectativas eran muchas o pocas, no sé, sólo esperaba y aceptaba las cosas como venían, como se presentaban.
Kirstin me llamó a viva voz, no nos conocíamos, nos abrazamos fuertemente, sabíamos que corría la misma sangre por nuestras venas y esa fue razón suficiente para querernos inmediatamente.
Nos fuímos a buscar su auto en el aeropuerto, lo que tardó lo menos 20 minutos, dado que no se acordaba en que nivel lo había dejado y pese a tener el ticket en mano, se le hacía difícil.
Maleta en mano subimos y bajamos niveles del edificio, hasta que finalmente lo localizamos.
Nos subimos al Skoda y comenzamos a rodar por una hermosa carretera, llena de árbles nevados, ya a oscuras a las 16.30 de la tarde, rumbo al pueblo campesino de Bornum Am Elm, en donde nos esperaban sus padres, mis anfitriones, mí tía herta-Luise y su marido Eberhardt.
Primero pasamos en Brunsweig a una Feria de navidad que contaba con sus últimos días de exhibición.El frío era intenso y duro en la piel, pero no lo sentía tan extremo al caminar extasiada mirando y admirando la gran y hermosa Catedral, su Teatro de Opera, sus construcciones arquitectónicas Medioevales. Todo era raro y grandioso a la vez.La nieve seguía cayendo lenta, como copos de algodón sobre la ciudad, aún ornamentada con luces y guirnaladas por la Navidad recién pasada.
Llegamos a Bornum de noche, al menos así lo certificaban las horas sin luz natural.
Mis parientes nos esperaban en la escalera del frontis de su gran y antigua casa de campo.
Los besé en la mejillas, cosa que les resultó extraña, pues ellos sólo conocían el saludo de mano ¡tan latina yo !...me dije.
El caserón estaba bien iluminado y calefaccionado, llamó mi atención el adorno de velas encendidas sobre todas las mesas. Una buena comida se mostraba sabrosa y generosa, en la gran cocina adaptada como comedor familiar.
Dormí muchas horas que eran de día o de noche, según el huso horario del hemisferio en que me encontraba, tenía 6 horas al menos de diferencia con Chile y eso a veces se hacía notar en mí cuerpo, acostumbrado a una rutina diaria diferente, sin embrago, nada era molesto, pues privilegiaba todo el encanto y experiencias que me darían ese viaje "caído desde el cielo" regalo de Dios.
Los días se fueron transcurriendo muy normales, me sentía bien, espléndido, no me sentía extraña ní extranjera en un país que no era el mío, es más tenía una sensación de "haber regresado", sensación tan auténtica que no podía explicar ní comprender.
Todo se me hacía familiar, conocido.El idioma no era muy problemático, porque lo había escuchado reiteradas veces en mí infancia, había estudiado unos meses de alemás con un Profesor de esa nacionalidad de la Deutsche Schule de Valdivia , además mí madre me había instruído con clases, cuaderno, diccionarios y libro en mano por 5 meses.
Comenzaron entonces mís días y mí vida en Alemania.
Visitamos parientes y amistades en diferentes ciudades se la Región de Baja Sajonia, tales como : Brunsweig, Kónigslutter, Helmstedt, Wolfenbuttel, Wolsburg, etc...Museos, Teatros, Iglesias.Hicimos una intensa y provechosa agenda cultural.Admiramos un Museo Itinerante de Dinosaurios traído desde Rusia-Asia y Neuva Zelandia, que se presentó en la universidad Técnica de Brunsweig.Visitamos la Biblioteca Augusta en Wolfenbuttel, el Museo de Leisi, etc, la Plaza de Brunsweig en donde hay una gran estatua de un león, en conmemoración a Enrique El León, la hermosa Catedral medioeval de Kónisglutter (Kaiser Dom) con su claustro benedictino subtarráneo, caminamos por la ciudad de Helmstedt, su casco antiguo donde pude admirar la antiquísima casa en donde otrora vivió el famoso y polémico sabio alemán Giordanno Bruno, la universidad de helmstedt toda pintada de rojo, con techos, torres y cúpulas de estilo Bizantino, visitamos un muuseo de Arte Moderno, a orillas del Río Leine, su hermoso Teatro Municipal y el Castillo en donde se ubica la Municipalidad (Rathaus) empotrada en un bellísimo parque con jardines, puentes y lagunas.Visitamos la enorme y pujante fábrica de los autos Volswagen en Volsburg, gozamos en el "Badeland" de Hannover, los baños tivios de piscina con olas, sauna, hidro masaje, agua termales, mientras en el exterior podíamos contar con temperaturas de -19 grados.
Todo me parecía un cuento de hadas, pero era la realidad que se presentaba así, tan tremendamente conmovedora y gratuíta.
Hicimos muchos paseos, visitamos Centros Comerciales, grandes Supermercados, Multi-Tiendas de ropa, zapatos, carteras, delicia de las mujeres, todo en una marea humana , cosmopolita, gentes venidas de otros países, especialmente de Turquía. Me llamó la atención ver tanta gente de color hablando perfecto alemán, en las calles, Chinos, Japoneses, Coreanos dueños de Tiendas en los Malls, que dominaban el idioma como su propia lengua, fuímos a numerosos restaurants con comida típica en donde pude degustar la mejor cerveza del mundo.
El férreo invierno Europeo me golpeaba la cara, la ventisca, la nieve hería mis labios, más mí corazón se sentía en llamas, derritiéndose cada vez que visitaba la ciudad, pequeña comarca campesina de Gross-Steinum, en dónde había nacido mí abuelo, la casa de campo, de agricultores de cebada, remolacha y crianza de toros sementales, tierras en donde se crió. En Wolfenbuttel el Colegio en donde estudió, que hoy en día es un gran museo...pensaba...¡cuánto habrá sufrido! mí pobre abuelo en esos años, transportándose en carretela, por los caminos nevados durante el crudo invierno, para ir a tomar clases a 30, 35 kilómetros fuera de su pueblo...¿qué ropas habrá usado? miles de preguntas rebotaban febrilmente en mí mente y mí corazón palpitaba enérgicamente.
Mis días en la patria de mis antepasados llegaban a su fin y sabía cuanta tristeza me deparaban las despedidas...me prometí no llorar al ir al asilo de "Langeleben" en la ciudad de Kónigslutter, a dar mí último adiós a mí tía Ingeborg enferma, con demensia senil y Alzaheimer...y fué mí último adiós, porque hace algunos meses falleció.
Me sentí llena de emoción al despedirme de mí tía katte, emoción extraña que no supe especificar...la quise...la ame suficientemente, sin saber ní sospechar que 1 año y 3 meses después de mí regreso a Chile, también habría de morir
La vida con ellas, me había regalado momentos mágicos y maravillosos, encuentros importantes, filiaciones fortísimas.
Fuí a buscar mis raices a Alemania y las encontré en cada gesto, en cada palabra, en cada demostración de cariño, era la otra parte de mí vida, la mitad de mi existencia terrenal, mí Alemania querida, aquella que como mi corazón, un día por un líder fanático y paranoico...estuvo dividida.

2 comentarios:

  1. cada detalle, cada sensación, cada momento del relato, lo leí como si viajara en un libro cuyo epílogo concluye como dices ... era necesario reecontrarse con las raíces y vivirlo !!

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