Esribir en primera persona es ingrato, riesgoso.
Desmenuzar las palabras , anudarlas y encadenarlas, talvez es un capricho o un talento vertiginoso.
Hacelo bien o mal, lanzarse al vacío de las letras unidas con los vocablos, es una gran y apacible guerra, quizás una cruzada y al mismo tiempo una gran batalla.
La expresión escrita me nutre y me provoca innumerables sensaciones.Se agolpan, bullen, se enrredan, saltan las ideas en todas direcciones.Pequeños o grandes argumentos bailan, danzan.Hay razones, mociones, pensamientos, emociones.
Existe un lugar en nuestro cuerpo, el alma, que según dicen pesa 21 gramos.Desde ahí, desde ese punto siento que se expanden mis mejores momentos para entrelazar ideas y diseminarlas en el papel.
Toma segundos, minutos, horas, días, fechas, meses o años.Pueden ser eternos episodios, casi épicos y estallan en un segundo, se vuelven incontenibles, salen , se esparcen, se alejan.
Razones fundamentadas, creadas en el corazón y la cabeza, arrancan desfachatadamente sin permiso de nadie para adherirse a un papel, a un espacio cibernètico virtual, que recoje las ideas, imprime y estampa, a través de los signos, los músculos de los dedos, las manos, los brazos, los hombros y por supuesto unidos perfectamente con la cabeza.
Escribir es un misterio que no sé desde donde viene ni tampoco como se vá.
Es magia que anida y se apodera en secuencia, de mis experiencias diarias, imágenes, memoria, hechos, deseos, pasiones, emociones. Una mezcla interminable, un cúmulo que rebalsa todas las lógicas y las prudencias.
Debo entonces amalgamar y juntar, amasar, analizar, asedar, dirigir, digerir y talvez embalsamar.
Es una carrera sin control, des-controlada, desorganizada a veces, sabiamente ilimitada y voy depurando ese manantial que fluye y confluye por entre laberintos del alma, de los valores, la moral, los prejuicios, los momentos históricos, la actualidad, en fin, la anarquía de las ideas desglosadas.
Una rosa tímida, encapsulada que despierta con su brillo y sus ansias, para orientarse al sol.
Una rima, un verso, un noviazo.
Una espiral extraña.
El humo que sube desde las vertientes cálidas o desde las víseras de un animal herido o moribundo.
Una mezcla de incienso y explosivo.
No tiene puerto entre las aguas, porque vá a la deriva por cualquier lado, es contradicción, no se ata a ningún paralelo porque es abstracta, pero puede recojerse en la resaca de las olas, hincharse como vela en el navío de las metáforas.
Escribo desde que tenía quince años, bajo el parrón o a la sombra de un añoso y viejo nogal.Ante el cielo limpio y azul de verano y en la glorieta de los aromas y colores más puros de una florida primavera, mecida por el perfume del primer amor, subyugada por la vida.
Desde un ventanal abierto en el que miraba a todos lados, sin mirar a ninguno.Encerrada, acordonada voluntariamente; sólo a las sensaciones y emociones que me traía la tarde con sus rojos arreboles.
Comienzo en la lectura de la Antología Poética Latinoamericana, en los versos sueltos de mi padre, escrito en hojas amarillas y paso a conocer a los grandes de las letras Españolas, los del siglo de oro, los Poetas, los románticos.
Me impregno de esa savia de valientes, quiero ser como ellos, me vuelvo su discípula.
La joven y efervesente mujer que hay en mí, se impresiona.Me enamoran los cantos, odas y lamentos de la Mistral, Neruda, Huidobro, Amado Nervo, Rubén Darío, Octavio Paz, José Martí, Gustavo A. Bécquer, Federico Gracía Lorca, Rafael León, Antonio Machado, entre muchos.
Entonces me bastan lápiz y papel, tomo los cuadernos y vacio las ideas.Estas comienzan a tomar forma, como pequeños fantasmas, mis propios fantasmas en sueños de adolescente que navegan por el aire casi quietos en un cuarto con ventana abierta que mira hacia la Cordillera de Los Andes.
El macizo , me hace vivir, vibrar, pensar, mientras más impactada por la naturaleza con su esplendor, me siento, tanto más vital soy para crear.
Es una consecuencia dentro de las maravillosas inconsecuencias que se suelen provocar en la escritura, en este tremendo espacio y pasadizo de las letras.
Imagino los signos enormes de papel, de ilusión de nubes blancas, dando vueltas y trepando por el aire.Los cojo uno a uno y en una suerte de rompecabezas, los voy armando sobre un tablero, luego desde ahí vuelven a volar como mariposas, para irse hechas frases llenas de conceptos y contenidos, al mismo lugar desde donde han venido.
Hablo, escribo de "las palabras anudadas" o "las palabras atadas" como en coreografgía divina.Les doy carácter y peso de anfitrionas en baile de máscaras, tienen la particularidad que van desvistiendo como poblando todo.Gozan del beneficio de poner y quitar en todas partes y en todas direcciones.
Son grandes, son bellas, enormes o pequeñas, originales, actuales, graciosas, cultas o pudorosas, extremas, valientes, descorteces, altisonantes, atrevidas, osadas, jactanciosas, nobles, limpias y maravillosas.
Escribir es un arte, como pocos, trasciende, queda, marca.
Cicatriza y pasa a fuego los corazones, abre como flor el alma en abanico, hace gala y gozo el interior, atenza la fibra más íntima de la flama que incendia la fuente inagotable de la inspiración, es siempre flor primera en el canto, en el aguijón insesante e insaciable del escritor, trova, dentro de la vertiente de las ideas, vestida como Princesa y a veces como verdugo, Diosa escrupulosa o libertina meretríz, amopola y lirio, quizás flor venenosa, porque las palabras también guardan las intenciones.
Escribo, porque me dá libertad frente a las ataduras perpetuas que nos ponemos los hombres, "maniatados" con mentiras y sufrimientos innecesarios.
Escribo, porque es Universal, el idioma que todos entienden.
El paraíso que estructura, forma las más genuínas emociones.
Escribo, porque es un acto osado, rebelde y repentino a todos los vientos que a veces nos quisieran destrozar, es pelea sin tregua y constante desafío.
Escribo, porque es medicina gratuíta para quién se atreve y abre las páginas de una Babel que se arrastra en el miedo,incapaz de tragarse el remedio exacto para quitarse la venda de los ojos en el corazón ciego.
Escribo porque es más que gritar en la calle una consigna,pues esta viaja, se vá, se diluye.
Escribo, porque se graba, hay un registro temporal de un momento, de un suceso, de una inspiración , de una alegría, de un comentario que puede ser controversial o disímirl y eso es muy bueno.
Escribo, porque es una aventura, la mayor aventura.
Me lanzo de cabezas deliberadamente al abismo y corro riesgos;o sucumbo en la negra arista de la muerte o surjo con el candelabro que ha de alumbrarme el camino, lo bueno es que ya elegí la ruta.
Pintura de Vladimir Kush